7:00 de la mañana. He llevado al chaval al autobús que les llevará a las regatas de Legutio. El club vacio, el embarcadero solitario, el agua en calma chicha. ¡Esta es la mía!
Cojo el skiff; un pluma, comparado con los primeros Amilibia en que empezamos a remar, allá por los años 70. O aquel Stanfli de madera, que con el tiempo se hinchaba de agua… Doy las primeras paladas con tiento… pero es un minuto; esto es como la bici, no se olvida. Voy alargando la palada, remando suave, despertándome al ritmo del golpeo de las palas.
Estoy como en el cielo. Ha amanecido hace veinte minutos, y las primeras luces le dan a la ría un aspecto casi poético. El Bidasoa, la Bidassoa como dicen los vecinos de Iparralde en francés, no tiene grandes cauces, pero es fantástico para pasear.. Y eso hago, pasear, gozar, haciendo lo que más me gusta, el remo, y del remo, el skiff. Te pide concentración y esfuerzo, pero, ¡es tan placentero el resultado!
Estoy sólo en la ría, exceptuando a ese cisne que durante algunos minutos me ha acompañado en mi singladura. Sobrepaso la histórica Isla de los faisanes, que siempre me impone. Llego a Behobia, Pausu, como dicen los lugareños, vasco-franceses, pero más lo primero. No se oye ni ruido de coches.., a esas horas… sólo pasan los primeros ciclistas y korrikalaris.
Hacia Biriatu, más calma, serenidad. Ya remo sin pensarlo, y puedo mirar al paisaje. Arboles y todo verde en las orillas, un placer. Siguen adornando el silencio los cantos de los tempraneros pajaríllos.
Ya de vuelta, aún todo sigue como cuando subía: silencio, tranquilidad, más silencio… sólo el chapotear de mis paladas. Ya màs ligeras… hace rato que he subido de 20 paladas. Y se me ocurre dar una de diez. ¡Allí voy! Y otra… y otra… Pero vale, que ya no estamos para tonterias.
Estas embarcaciones son una maravilla, cómo navegan. Palas al aire, ataque vivo, terminando fuerte y repaleando limpio, pero, arriba, lasai…recuperando. Me ha recordado aquellas series que hacíamos en el Oria, mi rio, mi ría… la ría de mis sudores, de días lluviosos, de desgarradores esfuerzos… pero que, aun y todo, fueron los mejores de aquella juventud en que el remo lo era todo…
Esta primavera seguiré buscando esos días de buen tiempo, sin viento, y marea alta, para reencontrarme con mis raices, con esas sensaciones, esa plenitud…
Comparto con vosotros, lectoras y lectores, estos momentos, porque sé, o lo espero, que muchos de vosotras-os conocereis lo que estoy contando, y me alegro.
!Que nos aproveche¡ On egin danoi!